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Los Otros Maestros Andaluces del Siglo de Oro

La sombra de los que son considerados más importantes compositores del Renacimiento Español ha sido siempre muy alargada. En Andalucía, poner el foco de atención (sin falta de razón) sobre la música de Francisco Guerrero, Cristobal de Morales y Alonso Lobo, ha supuesto al mismo tiempo mantener en un relativo olvido a otros compositores que, desde la Maestría de Capilla en diferentes templos y catedrales andaluzas, españolas o de las colonias americanas de ultramar, lograron alcanzar notable fama e incluso llegar a igualar en valía a aquellos considerados “más grandes”. Este programa de concierto quiere hacer presente y poner en valor la música a 5 voces de aquellos otros maestros andaluces de aquel Siglo de Oro español.

Tal es el caso, principalmente, de Rodrigo de Ceballos (1534-1581), natural de Aracena (Huelva) y proveniente de una familia de músicos, pasó por las catedrales de Málaga y Córdoba antes de aceptar su definitivo Magisterio en la Capilla Real de Granada. No tuvo la fortuna de otros grandes compositores del siglo XVI de ver publicadas sus obras en vida, y aunque en comparación su producción es menos numerosa que la de los grandes compositores hispánicos de aquel siglo, también sabemos que se han perdido la mayoría de sus obras, pues consta en diversos archivos que compuso muchas más que las que han sobrevivido finalmente en su catálogo.

Pedro Fernández de Castilleja (1487-1579) fue Maestro de Capilla de la catedral de Sevilla de 1514 a 1568, maestro de los seises o niños de coro hasta 1551, cuando fue reemplazado por su colega Francisco Guerrero, quien lo llamó “Maestro de los maestros de España”. Se le atribuyen un villancico profano, publicado en el Cancionero de Palacio, y ocho piezas de polifonía sacra. Su labor fundamental consistió en servir de eslabón entre las generaciones de músicos del primer tercio del siglo XVI (Alonso de Alba, Pedro de Escobar o Francisco de Peñalosa) y los del reinado de Felipe II (Francisco Guerrero o Rodrigo de Ceballos).

Jerónimo de Aliseda (1548, 1591), hijo del también compositor Santos de Aliseda, formó parte de la capilla musical de la Catedral de Granada entre 1557 y 1577, año en el que se ordena sacerdote. En 1580 fue nombrado Maestro de Capella de la Catedral, cargo en el que sucedió a su padre y que mantuvo hasta que se retiró en 1589. Fue uno de los primeros maestros de capilla de la catedral granadina con obligación de escribir música, no sólo canzonetas y entremeses, sino también polifonía litúrgica. Escribió básicamente música religiosa: motetes, lamentaciones y dos misas, hoy perdidas, con un estilo muy influido por Cristóbal de Morales y la escuela polifónica andaluza.

El Marchenero Juan Navarro “Hispalensis” (1530-1580) fue tenor en el coro de la catedral de Jaén, y después en la de Málaga,​ bajo la dirección de Cristóbal de Morales durante los años de servicio que tuvo éste (1546-1551). Tras la muerte de Morales, Hispalensis decidió opositar frente a cinco rivales (entre ellos Francisco Guerrero) por el puesto vacante de maestro de capilla en la Catedral de Málaga en el año 1554, pero no obtiene ningún voto  a favor. No obstante, en 1564 fue nombrado maestro de capilla de la Catedral de Ávila cuando su nombre era ya reconocido. Allí tuvo como alumno a Tomás Luis de Victoria al que al parecer influyó enormemente. Posteriormente, en 1566 es nombrado Maestro de Capilla en la ciudad de Salamanca; para pasar a trabajar en la Catedral de Ciudad Rodrigo en 1574, y finalmente recabar en 1578 en la Catedral de Palencia, donde falleció. Juan Navarro pasará a la historia por ser uno de los pocos privilegiados que a lo largo de su vida tuvo relación con los tres componentes del gran triunvirato musical renacentista: Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero y Tomás Luis de Victoria.

Ya en el siglo XVII, el malagueño Juan Gutiérrez de Padilla (1590-1664) tras ser niño cantor en la Catedral de Málaga, y Maestro de Capilla en Jeréz y Cádiz, optó por probar fortuna en el Nuevo Mundo pasando a la Catedral de Puebla como cantor y ayudante de Gaspar Fernández. A la muerte de éste en 1629, ocupó su lugar como Maestro de Capilla hasta el fin de sus días en 1664. Sus obras tuvieron una gran fama ya en su tiempo, interpretándose en lugares como Guatemala o Lisboa, en la corte de Alfonso VI. El aprecio y estima que se tenía del valor de las obras de Padilla hizo que en dos ocasiones el Cabildo de la Catedral decidiera conservarlas, mandándolas encuadernar y guardar en un lugar especial del archivo, en 1656 y en 1663. Esto es significativo, especialmente en lo referente a las chanzonetas y villancicos, que por su carácter no litúrgico no se solían conservar más que para un sólo uso.

Obras:

01.  Ave Maria - Jerónimo de ALISEDA
02. O pretiosum et admirabile - Rodrigo de CEBALLOS
03. O Virgo benedicta - Rodrigo de CEBALLOS
04. In exitu Israel - Juan NAVARRO “HISPALENSIS”
05. In illo tempore, descencens - Rodrigo de CEBALLOS
06  Ecce nunc tempus acceptabile - Rodrigo de CEBALLOS
07. Beatus Franciscus - Jerónimo de ALISEDA
08. Ecce sacerdos magnus - Rodrigo de CEBALLOS
09. Salve sancte Francisce - Rodrigo de CEBALLOS
10. Salve Regina - Pedro Gutiérrez de Castilleja
11. Ambulans Jesus - Rodrigo de CEBALLOS
12. Respicientes autem coelum - Rodrigo de CEBALLOS
13. Versa est in luctum - Juan GUITÉRREZ DE PADILLA

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